Durante los últimos meses se ha hecho cada vez más evidente que el Partido Popular ha pisado el acelerador en su ofensiva contra el Gobierno de Pedro Sánchez. Manifestaciones convocadas con una frecuencia casi sistemática, bajo lemas que apelan a conceptos como “mafia o democracia”, buscan erosionar la legitimidad del Ejecutivo y alimentan un clima de crispación creciente en España. Una estrategia que parece diseñada no tanto para confrontar propuestas políticas como para instalar la idea de un Gobierno ilegítimo en el imaginario colectivo.
A esta presión política se suma un ataque mediático constante por parte de lo que muchos consideran satélites mediáticos del Partido Popular. Medios abiertamente alineados con la derecha han amplificado de forma sistemática un relato de desgaste contra el Ejecutivo, combinando algunas informaciones veraces con exageraciones, insinuaciones y directamente bulos. Es cierto que algunos de los casos que han copado titulares —como los relacionados con Ábalos o el denominado caso Koldo— responden a investigaciones reales sobre más que posibles prácticas corruptas. Sin embargo, junto a estos hechos contrastados se han incorporado otros asuntos o hechos abiertamente falsos. El objetivo parece claro: desgastar al Gobierno mediante la repetición sistemática de sospechas, aun cuando carezcan de sustento probado, contribuyendo a un ruido mediático que dificulta el debate racional y sereno.
Esta escalada de agresividad no surge en el vacío. Responde, en parte, a llamamientos explícitos como los del expresidente José María Aznar, quien instó a “quien pueda hacer que haga” para frenar al Ejecutivo. Sin embargo, desde TVE se ha apuntado a una clave adicional que ayudaría a entender la intensidad actual de la ofensiva. El periodista Javier Ruiz planteaba recientemente en su programa Mañaneros 360 una pregunta reveladora:
“¿Hay una clave judicial en el PP? ¿Tienes que apretar porque el 27 de abril llega la ‘Kitchen’?”.
Ruiz sugería que la proximidad de novedades judiciales relacionadas con el caso Kitchen —incluida la posible aparición de nuevos audios— podría explicar la urgencia de elevar el tono político y mediático. Audios que, de ver la luz, podrían implicar a policías patrióticas, dirigentes políticos y sobre todo determinados profesionales de la comunicación, cuestionando la independencia y la ética de algunos actores mediáticos hoy especialmente beligerantes contra el Gobierno.
En este contexto, cobra fuerza la pregunta de fondo: ¿es el intento de derribo constante del Ejecutivo una estrategia defensiva ante posibles revelaciones judiciales? ¿Explica esto por qué determinados periodistas han endurecido de forma tan notable su línea editorial contra el Gobierno? Desde una mirada crítica, no resulta descabellado pensar que el aumento de la agresividad política y mediática responda al miedo a que nuevos audios expongan prácticas que algunos preferirían mantener en la sombra.
