Un nuevo estudio publicado en la revista ‘Anales de la Sociedad Torácica Americana’ ha confirmado la seguridad del uso de mascarillas quirúrgicas, las más usadas. Estas no reducen el oxígeno en sangre ni aumentan la inspiración de dióxido de carbono (CO2).
Según encuestas recientes, en el Reino Unido y Estados Unidos solo un tercio de la población cree que el uso de la mascarilla es “muy eficaz” como protección frente al coronavirus. Uno de los argumentos que se esgrimen en su contra es que las mascarillas son insalubres porque, según ellos, quienes las llevan se tragan su propio dióxido de carbono (CO2) y sufren una bajada de oxígeno en la sangre (hipoxia).
El estudio revela que el intercambio de gases propios de la respiración apenas se ve afectado por la mascarilla quirúrgica, tampoco en las personas con una deficiencia pulmonar grave. Los investigadores recogen ensayos previos que achacan la incomodidad que puede ocasionar la mascarilla a reacciones neuronales por el incremento de calor en la cara y a procesos psicológicos vinculados a la ansiedad y la claustrofobia. Esta incomodidad no tiene una base fisiológica: no se respira más CO2.
Los especialistas sostienen que «es importante informar a la población de que la incomodidad asociada con el uso de la mascarilla no debería asociarse a riesgos para la salud que no tienen fundamento científico”. Esos bulos pueden reducir el uso de una medida de protección que se ha probado útil para la salud pública