Bella Méndez Mateo, una profesora de inglés, estuvo un año trabajando en el colegio privado católico Karol Wojtyla. Ahora ha sido despedida por su estado civil, tal y como recoge el diario ‘Público’.
La docente relata que conocía previamente al director del centro, José Pedro Fuster: «Fue director del colegio al que llevaba a mi hijo y un sacerdote. En aquel entonces yo estaba casada. Intuí por el tono de la entrevista de trabajo que daba por hecho que yo seguía casada, y no divorciada como ya estaba, pero no hice alusión alguna a ello, ya que forma parte de mi vida personal».
Durante la entrevista le preguntaron si había experimentado algún milagro de la Virgen personalmente. «Me quedé muy sorprendida. Contesté que, si se diese el caso, era un tema privado. Insistieron: Me di cuenta de lo importante que era para ellos demostrar un fervor cristiano para conseguir el puesto, así que les conté algo anecdótico. Cuando parece que quedaron satisfechos me pidieron que trajese el certificado de matrimonio cristiano«.
Ya trabajando en activo como profesora de Secundaria, le llamaron la atención por su forma de vestir. «Hay un rígido código de vestimenta del que nadie me avisó. En una ocasión la coordinadora me midió el vestido que llevaba diciéndome que tenía que ser dos palmos más largo, por debajo de la rodilla. Otro día me dijo que la camisa era un poco transparente, y otro que la abertura de mi falda para poder subir escaleras era inadecuada. Estaba estupefacta. También me enteré que no podía llevar vaqueros y en verano ni manga corta ni sandalias. Para ellos que una mujer se vista de forma normal o se maquille es pura provocación para el hombre».
Bella añade, además, que su contrato era ilegal. «Mi contrato era por obra y servicio, una modalidad fraude de ley para la escuela concertada, ya que sólo se puede hacer en tres supuestos, y como profesora titular, no formaba parte de ninguno de ellos. Empecé a temer por mi puesto de trabajo, así que lo comenté a una persona de un sindicato que luego resultó ser afín al colegio y al inspector de zona. Estaba interesada en mi renovación, la cual dieron por sentado que se produciría en junio. Para mi éste puesto era crucial pues significaba que podía seguir pagando un préstamo hipotecario».
A través de las redes sociales, el colegio descubrió su divorcio. En un primer momento, le instaron a que eliminase sus cuentas por ser «inapropiadas» y para que «los alumnos no se riesen de mí». «En las redes como cualquier persona tengo fotos mías, de mi hijo, de mi actual marido y alguna que otra canción».
Cuando supieron de su estado civil, «las cosas se tornaron muy negras. En las reuniones no me dejaban hablar, me interrumpían o me ridiculizaban. Hay profesores que son gente normal, pero son los menos, la mayoría son catequistas, pertenecen al Camino Neocatecumenal, imparten catequesis y pertenecen a grupos cristianos fundamentalistas«.
Hasta que un día, tras finalizar la jornada, «me comunicaron con extrema frialdad el fin de mi contrato. Dijeron que no tenía nada que ver con mi labor académica, sino que era una decisión consensuada con la Fundación eclesiástica La Sagra, pues gente de confianza del centro les había informado de lo inadecuado de mi perfil. Me eché a llorar. No me dieron ni un kleenex, me miraban con total indiferencia».
Ahora, Bella espera al juicio, que tendrá lugar en otoño. «En mi denuncia costa que el motivo de fondo que subyace en el despido, pese a haber realizado la prestación de sus servicios de manera exquisita, es el hecho de mi estado civil, concretamente, divorciada, lo que choca frontalmente con el ideal religioso y ultraconservador del centro en donde he prestado mis servicios. Esto supone una grave discriminación prohibida en la Constitución y violación de mis derechos fundamentales y libertades públicas».