El pasado miércoles, un grupo de simpatizantes del presidente saliente de EEUU, Donald Trump, asaltó el Capitolio de Washington, un violento despliegue en el que fallecieron cuatro personas. Solo una de las manifestantes, Ashli Babbit, murió al ser disparada por la policía; los otros tres fallecidos se debieron a «complicaciones médicas», según las autoridades.
Uno de los muertos fue Kevin Greeson, un hombre de 55 años que procedía de Alabama y que, según ‘The New York Times’, sufrió un paro cardiaco. Mientras hablaba por teléfono con su esposa, cayó desplomado sobre la acera sin que los sanitarios pudieran reanimarlo. Greeson era abiertamente afín al supremacismo blanco y a grupos radicales como los Proud Boys, así como negacionista del Covid-19 y un gran entusiasta de Donald Trump.
Benjamin Philips, un programador informático de 50 años pro-Trump, también murió de un ataque al corazón. Había llegado a Washington desde Bloombsburg (Pensilvania) en una excursión en bus que había organizado él mismo. «Este va a ser el primer día del resto de nuestras vidas», había asegurado Philips antes de iniciar el viaje, según informa ‘The Philadelphia Inquirer.’
La tercera víctima mortal es Rosanne Boyland, una mujer de 34 años de Kennesaw (Georgia) que murió aplastada por un grupo de asaltantes que huían de la policía, según contó una amiga suya a ‘The New York Post’.
Uno de los fallecidos de un ataque al corazón lo habría hecho tras dispararse a sí mismo con un táser, según han avanzado los medios locales ‘City News‘ y ‘Revolt.tv‘.
De los cuatro partidarios de Trump que murieron durante el asalto al capitolio en USA:
—Uno se dio accidentalmente con un taser a sí mismo provocándose un infarto.
—El último tuit de otro fue que 'Nada les pararía'.
Me muero de curiosidad por saber qué le pasó a los otros dos. pic.twitter.com/ImuKhyp8YT
— Citador (@El_Citador) January 8, 2021