«Eso de ‘al no poder ayudar a todos no ayudo a nadie’ para mí no sirve, si puedo ayudar a uno, tengo que ayudar a uno». Esta es la filosofía de Josep, un hombre de 77 años cuya casa a convertido en un hogar de acogida para personas migrantes necesitadas.
«Al quedarme solo, me dio la idea de compartir con gente que necesitaba una vivienda», explica Josep a laSexta. Por su casa han pasado una veintena de personas, y ahora vive con siete; les ofrece techo, cama y comida si lo necesitan. Antes incluso cocinaba para todos, pero ahora su artritis no se lo permite.
«Uno me llama padre, otro me llama abuelo… Dicen que en casa se vive como en familia, que yo soy el padre y ellos los hijos», cuenta orgulloso. «Estoy muy contento por vivir aquí y por vivir con una persona como él», afirma Mohamadadou, uno de los actuales compañeros de piso.
Ousman, otro de sus compañeros, asegura que «lo que ha hecho por mí y lo que está haciendo por los demás es una cosa muy grande». «No estoy trabajando, no tengo papeles, pero vivo como alguien que tiene todo. Ojalá viva mucho tiempo», explica Mohamadaou, agradecido.