El partido de ultraderecha Vox se ha distanciado aún más, si era posible, de la clase trabajadora. El grupo ultra ha establecido la sede provisional en el barrio madrileño de Salamanca, foco de las manifestaciones para el fin del confinamiento hace unos meses y una de las zonas más ricas de la capital.
Aunque Vox niega que este sea su sindicato, el mismo líder de Vox, Santiago Abascal, anunció la creación, mientras que el portavoz, Jorge Buxadé, dio a conocer su nombre: Sindicato para la Defensa de la Solidaridad con los Trabajadores de España.
Una de las promotoras del nuevo sindicato es Raquel Moreno Barba, concejal de Vox en Torres de la Alameda (Madrid). Los estatutos son los mismos que los de Vox, aunque hace al secretario general como figura casi omnipotente.
Este cargo, que será elegido por un periodo de cuatro años que pueden ser extendidos sin límites, se ocupará de aprobar la creación de secciones sindicales, asociaciones provinciales y sectoriales, encabezará la asamblea general e incluso designará a los miembros del comité de garantías, cuya misión es acabar con los conflictos internos. Así, la disidencia en el seno de este sindicato es imposible.
A pesar de que el pasado 4 de julio Abascal afirmó que el nuevo sindicato sería «sufragado por los afiliados» y no saldría del «trabajo de todos los españoles, como hacen los sindicatos actuales», los estatutos reflejan que sí aceptarán subvenciones públicas, así como «donaciones, aportaciones y cualquier otro recurso que pueda obtener, de conformidad con los preceptos legales».