El Tribunal Supremo ya ha tomado una decisión: los miembros de La Manada pasarán 15 años en prisión por agresión sexual. Un alivio y una buena noticia para muchos. No obstante, no todas las aportaciones del juicio han sido éticas y justas.
Agustín Martínez, abogado de La Manada, ha basado su defensa de hoy en descalificar y responsabilizar a la víctima. «No eran cinco lobos rodeando a una chica. Sólo tenía que decir no«, ha llegado a afirmar.
«Simplemente tenía que decir que no. Claro que no es no. Pero para que sea no, hay que decir no. Intentar gestionar mínimamente una reacción negativa para que desde la otra parte se entienda claramente. Simplemente un gesto o manifestar que no de alguna manera. Nos resulta absolutamente increíble que se hable de gritos de dolor cuando la denunciante dijo que no sintió dolor. Los sonidos que se escuchan son gemidos y jadeos, extraer dolor de eso es un ejercicio inadmisible», ha defendido Martínez.
Asimismo, ha lamentado que sus clientes no hayan tenido «un juicio justo» debido a las presiones mediáticas. «¿Alguien ha pensado qué pasaría si esta Sala dictara una sentencia absolutoria?«, se pregunta el letrado.
A continuación, ha llevado la contraria al fiscal en cuanto a la relevancia que otorga a los hechos que tuvieron lugar antes de entrar en el portal. Cuestiona por qué la víctima les acompañó y esperó con ellos antes de entrar en el portal.
El abogado ha afirmado que la víctima «encabezaba el grupo«, cuando la realidad es que iba con dos de los acusados delante. También critica que la víctima besara en la calle a uno de los acusados, así como que no le sorprendiera que entraran en el portal.
«Podía haber dicho ‘¿qué hacemos aquí?‘. La reacción lógica. Y no, mantuvo el silencio. Ella no debía sentir ningún miedo o intimidación. Además, había otra escalera que no le impedía salir corriendo», ha defendido.
A este respecto, la fiscal Isabel Rodríguez ha pronunciado unas palabras muy necesarias: “No se puede exigir a las víctimas una actitud peligrosamente heroica”. No es justo obligar a que la víctima ponga en riesgo su vida para evitar una violación.