La semana pasada, el New York Times publicaba la imagen de Amal Hussein, una niña yemení en los huesos por la hambruna de su país. En la imagen, la niña descansada en una cama de hospital, con la mirada perdida.
Saudi Arabia’s war in Yemen has pushed millions to the brink of starvation. "I can barely buy a piece of stale bread," said a father in Yemen. "That's why my children are dying before my eyes." https://t.co/tcAqyjpN19
— The New York Times (@nytimes) October 31, 2018
Según el mismo medio norteamericano, la pequeña, de siete años, habría fallecido. La propia familia de Amal informó de que había perdido la vida en un campo de refugiados a unos seis kilómetros y medio del hospital.
«Mi corazón está roto. Amal siempre estaba sonriendo. Ahora estoy preocupada por mis otros hijos», se lamentaba Mariam Ali, su madre.
La muerte de Amal ilustra el daño humano causado por el conflicto de Yemen, la mayor crisis humanitaria del mundo, y refleja la situación de cientos de miles de menores en el país, que desde hace cuatro años está en guerra.
Un conflicto impulsado por Arabia Saudí, y que ha cobrado relevancia a raíz del asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi y de las negociaciones internacionales posteriores.
The chances of survival are becoming slimmer by the day for the nearly 400,000 severe acutely malnourished children fighting for their lives in Yemen. To help children, we need access. @UNICEF_Yemen
#ChildrenUnderAttack pic.twitter.com/8EhRDJbzcz
— UNICEF (@UNICEF) October 30, 2018