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Por qué los hombres violamos, por Toni Miralles

A razón de la violación de la manada, surge un debate que nada tiene de novedoso. Aunque para algunos sea la primera vez que se lo planteen, lo cual ya es preocupante de por sí.

He leído y escuchado toda clase de barbaridades. Ya no rezumando machismo, que eso sí no era nada nuevo, sino una preocupante misoginia. Una aversión a las mujeres de tal calibre que me preocupa, me altera y me choca muchísimo. Grupos en internet y fuera de ellos, amenazando a la víctima. Indagando sobre su vida privada, investigando sobre sus datos personales para llegar a ella y amenazarla de volver a violarla, de golpearla, incluso de asesinarla.

Es absolutamente tal la desproporción que muchos medios se han hecho eco de la situación y de la extrema vulnerabilidad en la que se encuentra la víctima de La Manada y, por lo general, todas las víctimas.

Al tiempo que nos encontrábamos a hombres venga que te llora, porque “no todos somos violadores”, los había que esbozaban argumentos sobre la “naturaleza” de la violencia masculina, el carácter fisiológico de nuestra fuerza y en definitiva, una explicación que no se sostiene por ningún lado, como la famosa: “testosterona” que habita en los hombres y que en cualquier momento puede activar nuestro gen violador y asesino misógino.

Es curioso ver como la mentira más asquerosa se contradice. Los que al tiempo sostienen esas teorías de la peligrosa genética masculina, que hasta me resulta insultante, son los primeros en híper victimizarse cuando el movimiento feminista les interpela en ese sentido. Si la testosterona es la causa y todos los hombres producimos testosterona, se autoproclaman potenciales violadores, pero “no todos”. Lo cual ya es de por sí antibiológico. Si es biológico e instintivo es una lógica compartida, no selectiva.

Y he sacado una conclusión. El problema no es aceptar que “todos somos violadores”. El problema es aceptar que esa lógica pueda tener un cauce de solución. Si es biológico, es natural y algo que no se puede cambiar, al menos fácilmente. Les deja un espacio libre de feminismo, refuerzan la impunidad con teorías biologicistas y se agarran a ellas para hacer extensible que esa biología solo acusa a “los hombres malos”.

Por tanto, tenemos a dos grupos: los hombres buenos que se resisten a violar y los hombres malos que se dejan llevar por sus instintos más primarios.

Es un claro mensaje para las mujeres: “aceptad nuestra naturaleza”. Por eso no toleran la expresión “cultura de la violación” porque no entienden que sea cultural, sino natural. Está tan tremendamente normalizada la violación y la agresión sexual que piensan de veras que es algo que les nace de dentro, porque es tal la falta de presión a la que están sometidos y es tan total su impunidad, que ignoran las fuertes raíces de la violencia machista del modelo social que sostiene la cultura, cualquiera de ellas. Constituido como un sistema de creencias, como un ideario colectivo y está plenamente interiorizado en nuestro imaginario, pero eso no significa que sea natural.

Se hace todo un discurso sobre lo “instintivo” y el instinto no despide mujeres por quedarse embarazadas, no lanza comentarios machistas por la ventanilla del coche, no golpea a su mujer, ni la mata y por supuesto, no la viola.

El instinto es una conducta, aunque innata, inconsciente y que se transmite genéticamente.

La violación es una conducta, pero no es innata, ni inconsciente y no se transmite genéticamente. Es aprendida, consciente y se transmite culturalmente. Por tanto, si es biológico e instintivo, todos los hombres somos potenciales violadores y si es cultural, implica un aprendizaje que se puede desaprender. Sin embargo su discurso es una media entre ambas. Es biológico, pero se puede controlar si eres bueno y por supuesto, la mayoría somos buenos.

Una especie de teoría de la construcción ético-moral que rodea los impulsos sexuales masculinos. Cuando es al contrario. Son las dinámicas sociales las que definen nuestros deseos sexuales, es el contexto el que vicia nuestros impulsos y marca una tendencia.

Y es, en todo caso, la ética del feminismo la que pone en cuestión la moral sexual extendida y socializada.

Es muy fácil demostrar que la concepción del sexo no es un ideario colectivo entre todas las sociedades. Es tan sencillo como observar el funcionamiento de las sociedades en esa materia. Si analizáramos las particularidades de la moral sexual japonesa, española e iraquí, veríamos fórmulas sobre la propia totalmente distintas. La japonesa es fundamentalmente pedófila, la española “del destape” no explícito y la iraquí es puritana.

Decir que los hombres tenemos una lógica sexual innata es absolutamente falso, porque de haber nacido en cualquiera de esos países tendríamos un razonamiento completamente diferente. Más o menos machista, pero muy distinto.

Probablemente el nexo en común sea el machismo y no tanto la moral sexual.

Si alguien cree que todo esto es a razón de una hormona que sirve para crear esperma, promueve el desarrollo muscular y óseo, al tiempo que previene enfermedades como distrofias musculares, tiene unos huevos como la Catedral de Burgos.

Las mujeres también tienen testosterona, estrógenos, progesterona y no violan a nadie. Explicadme este enigma.

El exceso de producción de testosterona en hombres es cierto que puede provocar problemas de conducta, pero estamos hablando de un problema de salud sobrevenido y extremadamente grave que va acompañado de problemas cardíacos, de próstata y distintos tipos de cáncer. Conste que un exceso en el caso de las mujeres también puede desencadenar problemas de conducta.

Lo más habitual es que tengamos un problema de acné o de calvicie. No que nos salga ningún instinto asesino o violador. Quedarse calvo es una putada, pero tampoco hay que llevarlo a tal extremo.

Además “la hormona asesina” solo explicaría un nivel de violencia o un aumento de deseo sexual inusual episódico, no las agresiones sexuales per se que implican todo un proceso, como La Manada. Teniendo en cuenta que lo planearon durante días y tienen otras causas judiciales pendientes. Por tanto, ya sea por un motivo o por otro, es absurdo hablar de la testosterona.

Y aun dándoos la razón, sigue sin explicarse por qué esa fijación por violar casi en exclusividad solo a mujeres. Si entendemos que es un impulso sexual incontrolable, violaríais más o menos por igual a hombres y a mujeres. Tal vez se puede controlar si su presa tiene colita.

Es más, no hay ningún estudio científico fiable de ninguna institución seria que demuestre esa teoría. Ni uno. De hecho, todos los estudios que han intentado confirmar esa hipótesis acaban confirmando todo lo contrario. El aumento de testosterona se da posteriormente al ejercicio de poder y violencia, no antes. Así que no es la famosa hormona lo que les lleva a violar.

Dicho esto, os cuento una experiencia personal. Cuando relaté a un “convencio” (yo llamo así a los que me hablan de hormonas y cosas raras) de lo absurdo de su “teoría”, me dijo que los hombres violaban a las mujeres y no a hombres, por una cuestión de “reproducción”. Es decir, que son violadores pero no dejan de estar concienciados con las bajas cifras de natalidad.

Las teorías pueden ser tan absolutamente descabelladas que casi siempre acabo riéndome, porque es eso o me da un subidón de testosterona.

¿Tan difícil es asumir que no es no, solo sí es sí y que no decir nada no es consentir?

Son capaces de inventar cualquier historia –que se les acaba yendo de las manos- solo para seguir violando, continuar justificando las violaciones y perseguir uno de sus objetivos: impunidad para los violadores, y peor todavía: empatía.

Lo mejor es cuando les pregunto por qué yo personalmente nunca he sentido ningún impulso testosteroneico para violar a un hombre. A veces hay hasta risitas. La teoría es que, a ver, claro, como soy maricón, pues soy casi como una mujer y según los expertos los gays tenemos menos testosterona. Lo cual no es cierto, pero hasta ahí llegan. Hasta ahí.

Su mente se maneja entre la misoginia, defender lo indefendible y la homofobia más surrealista.

¿Sabéis qué decía mi abuela cuando, por ejemplo, queríamos llegar al mando de la tele y hacíamos mil peripecias en vez de levantarnos? “fas feina per no fer feina” es decir, “trabajas para no trabajar”.

Pues lo mismo.

Solo buscan construir un relato libre de feminismo y por ende, libre de autocrítica, de discurso, para despolitizar la violencia machista, para eliminarla de la agenda mediática e institucional… Una manera más de impermeabilizar sus crímenes para que penséis que no hay nada que hacer y perseguir su objetivo final, institucionalizar el machismo y que las mujeres se dejen domesticar, aprendiendo YA cuál es su lugar en el mundo: presas de la manada.

La teoría del componente biológico de las violaciones es un callejón sin salida. No es extraño que en una sociedad en la que perduraron durante siglos instituciones totalmente dictatoriales como la iglesia católica, en su momento de mayor auge, sigamos entendiendo que todas las explicaciones tienen que ir acompañadas del dogma del “bien y del mal”.

No se trata de ser biológicamente malos y moralmente buenos. Se trata de entender cómo funciona el mundo y del peso relativo casi inerte que tiene lo instintivo en una sociedad basada en la razón.

Los seres humanos somos seres vivos hechos para constituirnos en sociedades y las sociedades solo existen si se pronuncian a través de la cohesión. Sin cohesión, no hay sociedad, no hay estado y no hay democracia. Y matando, maltratando y violando a la mitad de la población, no se construyen seres humanos sociales.

Por tanto, en cualquier caso, esa conducta es antihumana, antisocial y antidemocrática, ergo, no puede ser natural, porque nuestra naturaleza es social.

La razón es la principal característica de un ser vivo desarrollado, la razón se basa en el pensamiento crítico y el pensamiento crítico, emancipa.

No podremos construir una sociedad democrática, crítica y emancipada si no cuestionamos radicalmente nuestras conductas que promueven la descohesión y que nos condenan a revivir, bajo una lógica supremacista, permanentemente en una vorágine de violencia, iba a decir injustificada, pero a la vista está.

No voy a permitir explicaciones similares a la supuesta categoría animal de los negros que justificaba la esclavitud. No voy a permitir razonamientos que aludan a la falta de naturaleza relacional de las parejas homosexuales que justificaba su internamiento en manicomios y por tanto, no voy a permitir explicaciones sobre nuestra naturaleza misógina que justifica las violaciones.

No nacemos odiando, no nacemos matando, ni violando, ni tampoco amando, ni respetando. Esos valores son de extensión y propagación cultural, son dinámicas, estructuras y pautas sociales con base ideológica, formas de entender la vida, identidades, tipos de abordaje normativo y pueden cambiarse, pueden mejorar.

Superadas las mentiras sobre nuestra biología que destilan ánimo de perpetuar privilegios, el mundo avanza.

No todo está perdido, hay esperanza. No necesitamos la bondad interesada de nadie, porque mujeres y hombres libres, vamos a ganar.

Antoni Miralles Alemany

Ellos pidieron por favor que no se mediatizaran sus imágenes, informaciones y audios, pero como no saben que significa un NO, yo tampoco.

 

Escrito por Toni Miralles

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