El Opus Dei sigue justificando la auto-tortura corporal como método «disciplinario» y de «embellecimiento de la persona».
El tema lo abrió el Obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, cuando en una respuesta a un oyente en su programa de radio quien le preguntó sobre las mortificaciones carnales, se limitó a decir que la Iglesia «no va a entrar en la casuística de decir esto sí, esto no».
El Opus Dei ha confirmado en varias ocasiones que sus miembros aún siguen utilizando herramientas de mortificación como el cilicio y las «disciplinas», unas cuerdas con pequeños nudos con las que se azotan. Pero en marzo, el propio grupo católico ultraconservador difundió un escrito donde aseguran que la mortificación responde «al autocontrol o dominio de sí mismo, y el embellecimiento de la persona».
«La mortificación del cuerpo es un acto libre forjado por una decisión de la voluntad, informada por la inteligencia (que proporciona el motivo de esa decisión), que contraría las apetencias o gustos del cuerpo en un acto determinado”, dice Marti del Moral, teólogo escritor del documento difundido por el Opus Dei.
«Ahora bien, ¿por qué necesito controlar mi cuerpo? Los motivos pueden ser variados», explica Del Moral, «como por ejemplo, la educación o cortesía humana. Así debo mortificar mi cuerpo para no llevar actitudes que disturben la paz y la convivencia próxima«, puntualiza.
Por las prácticas de mortificación aún vigentes en el Opus Dei, el escritor defiende que «el empleo tradicional en la Iglesia de prácticas de penitencia corporal como el cilicio o -en el caso que nos ocupa- las disciplinas, va unido a ese adornar el cuerpo espiritualmente con los sufrimientos y las llagas de Cristo, compartiendo en nuestro cuerpo los dolores de Jesús».