Hay que empezar a contar hasta diez (y veinte) antes de escribir algo en las redes sociales sobre tu trabajo, compañeros o jefes. El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha dado luz verde al despido disciplinario de un trabajador que escribió desde su cuenta de Twitter cinco mensajes sobre su vida laboral.
La mayoría fueron en clave humorística y ni siquiera nombraban a la empresa o a los jefes, pero esto no valió nada para el magistrado. Los jueces consideran que es «fácil» identificarla dado que la cuenta de Twitter era pública.
Algunos de los tuits figuran menciones a «la cacho de mierda de posventa que me odia», o se refiere a que es uno de esos lunes en el que ojalá «poder ver porno» en el trabajo.
El suceso ocurrió el febrero de 2018, cuando el trabajador recibió una carta de despido disciplinario tras un cliente informar a la empresa sobre el perfil de Twitter del empleado de ser «muy polémico al respecto de los mensajes que difundía». La empresa investigó el perfil «de carácter eminentemente público» que además contenía la fotografía del trabajador y sus iniciales y destacó cinco tuits.
En uno de ellos, el trabajador comentaba a una noticia sobre exhibicionismo y acoso sexual con un comentario irónico sobre «sacarte la polla» en el trabajo. En otro, se pregunta por qué se le llama «jefes» a los enemigos finales de los videojuegos y si los superiores de los demás son monstruos «como en una oficina». En el quinto mensaje, el usuario explica como en otro centro de trabajo son «tontos» y que si lo dijera, se iría «a la puta calle».
Los magistrados del Tribunal Superior de Justicia consideran que los mensajes «escritos desde el perfil público del actor», refiriéndose especialmente al insulto a la trabajadora de postventa, «se nos antojan totalmente gratuitos, inapropiados y poco edificantes y, lo que es peor, ofensivos para algún trabajador de la empresa, incluidos sus directivos, que son fácilmente identificables por los daos facilitados».
Los jueces concluyen entonces con la confirmación de despido procedente, ayudado además por un email que el trabajador mandó a la empresa admitiendo el daño y arrepintiéndose. «El escrito no le hizo ningún bien porque reconoce que lo que dijo pudo ofender«, explicó Eduardo Rojo, catedrático de Derecho del Trabajo que analizó esta sentencia en su blog.