La Audiencia Nacional tuvo que recurrir en diciembre al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) para averiguar cómo acceder a los 32 terabytes (32.000 gb) de información que le fueron incautados a Villarejo. La Policía Nacional solo pudo acceder a una pequeña parte de los archivos, almacenados en 14 discos duros y 47 pendrives.
Según el CNI, el comisario no se gastó ni un euro en cifrarlos: hizo uso de software libre. Concretamente, un programa llamado TrueCrypt, una aplicación muy famosa y de muy fácil acceso que tiene la reputación de ser el sistema más seguro que existió nunca. Tanto es así, que uno de los algoritmos con los que trabaja, el AES, fue adoptado por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos.
El método usado por Villarejo consistía en convertir parrafos enteros de libros de texto en contraseñas de 128 bits con TrueCrypt. A esto, se le suma la variable de que el comisario cambiaba la contraseña cada dos o tres semanas para asegurarse de que nadie llegara a tener el tiempo necesario para descubrirla.
Villarejo no necesitó pagar a ningún experto en seguridad informática para esto. De hecho, el encargado de realizar esta tarea era alguien sin apenas conocimientos informáticos: los justos para saber usar el sencillo programa.
La complejidad del asunto va a dar muchos dolores de cabeza al Centro Criptológico Nacional, un ente público dependiente del CNI que ha terminado asumiendo el trabajo de romper los complicados cifrados de Villarejo.
Fuentes expertas aseguran que es una tarea muy difícil si no se encuentran puertas traseras para reventar las memorias sin tener que cruzar la barrera impuesta por los 128 bits de algoritmo de TrueCrypt. Para explotar las claves se podrían requerir siglos, incluso haciendo uso de los ordenadores más avanzados.